Recibe su formación en la American University (Washington D.C., Estados Unidos, 1977-1978) y en la Université de Paris I (Panthéon-Sorbonne, ParÃs, Francia, 1982-1983). Culminado este perÃodo formativo, da a conocer su pintura en varias exposiciones colectivas y, a mediados de los años ochenta, realiza sus primeras muestras individuales en ParÃs y Caracas. Se manifiesta desde entonces en su obra un estilo muy personal y reflexivo, que tiene como eje de su discurso la tensión entre una abstracción que se resiste a romper sus últimos vÃnculos figurativos y una representación que padece una “desfiguración†avanzada. Por esta época, alterna la práctica pictórica con el diseño de escenografÃas y vestuarios para teatro, danza y ópera. Una temporada en Venezuela (1987-1992) cierra con una muestra individual en la GalerÃa Clave (Caracas, 1991), ocasión en la cual la crÃtica interpreta su pintura como producto de un “olvido†o de un “cansancio†de la figuración.
En 1992 se radica en Nueva York. Para las exposiciones que celebrará a continuación en Caracas (Sala Mendoza, 1994; Sala Alternativa, 1997; Museo Alejandro Otero, 2001), Iribarren restringe los breves vÃnculos que todavÃa unen su pintura a la representación de la realidad a los aspectos más etéreos de ésta: la atmósfera, el clima, las sombras. La sutileza de estos temas y de su tratamiento da como resultado visiones inéditas de espacios, de atmósferas, del paso del tiempo, en las que la cualidad abstracta queda reducida a sólo una apariencia. Se trata de una crónica de climas y momentos de luz que el artista desarrolla con una gran rigurosidad y fidelidad cromática, lo cual, sin embargo, se muestra mitigado por la voluntad puesta en cada trazo, en cada gesto, para preservar su condición etérea, efÃmera. A los casi inasibles lazos que unen la pintura de Iribarren con la representación, se suma ahora la imperceptibilidad de lÃmites entre el racionalismo geométrico y el lirismo informal.
Desde 2006, Iribarren desarrolla una peculiar y genuina metodologÃa de trabajo, cuando sus pinturas se convierten en el registro de las variaciones de sombra y luz que, dÃa tras dÃa, estación tras estación, produce una ventana de su taller sobre los lienzos. Las composiciones resultantes evocan el neoplasticismo de Piet Mondrian, pero nada más lejos de este paradigma de la abstracción geométrica: sus franjas verticales y horizontales corresponden a las sombras de marcos y largueros de la ventana en cuestión; mientras que los campos de color revelan tonalidades impuras, contaminadas, nunca primarias, ya que la paleta responde a los “rastros luminososâ€, a las volubles circunstancias de la luz neoyorquina a lo largo de veranos, otoños, inviernos y primaveras. El legado neoplástico se subvierte asà en estas pinturas de estructura ortogonal pero de trazo gestual y expresivo, de exactitud e impureza cromática simultáneas, de ambiente atmosférico y juegos de luces y transparencias.
No ciñe Iribarren esta última indagación tan sólo a la pintura, y la ha expandido a otros medios, como el dibujo, la gráfica y la fotografÃa. Sus dibujos reducen los resultados de estos experimentos a sus aspectos más esquemáticos, a las mÃnimas lÃneas, luces y sombras, lo cual engañosamente saca a relucir la apariencia abstracto-geométrica. La fotografÃa, por su parte, representa otra vuelta de tuerca a la propuesta, pues en ella Iribarren somete a sus pinturas (ya no al lienzo en blanco, sino a la obra acabada) a las incidencias de luz que ocurren a través de la ventana de su taller, para fotografiar asà el efecto de luces, sombras y tonalidades reales sobre sus equivalentes pintadas, y la superposición de climas y momentos distintos representados en sus franjas y colores. Más recientemente, Iribarren ha incorporado a su trabajo fotográfico el empleo del Photoshop, mediante el cual elimina o encubre las transiciones entre los campos pintados y las estructuras que, desde la ventana, se proyectan sobre las pinturas, asà como la perspectiva y las referencias espaciales, dando lugar a una confusión entre la abstracción aparente de la pintura y la realidad evidenciada por la cámara fotográfica.
Iribarren presentó por primera vez estos hallazgos en la GalerÃa Spazio Zero (Caracas, 2006) y posteriormente lo hizo en la GalerÃa FarÃa+Fabregas (Caracas, 2009). En 2012, tuvo la ocasión de hacerlo en la XXX Bienal de São Paulo, donde se describió su estilo como “realismo abstracto†y se interpretó su empleo de la abstracción como si se tratara de un “ready made de la percepciónâ€. Más recientemente sus indagaciones pictóricas se han radicalizado: mediante una paleta en la que predominan el blanco y los colores claros, la presencia de una luz esta vez enceguecedora y aunado todo ello a la supresión de los elementos estructurales y espaciales, Iribarren se lanza a la búsqueda del vacÃo y a la pretensión de su representación.
Juan Iribarren vive y trabaja en Nueva York, Estados Unidos.